domingo, 13 de enero de 2013
El Gran Carballo
No me consiguió convencer el diablillo de la almohada. Tampoco logró mantenerme entre las tíbias sábanas La Miserable, aquella contra la que sólo funciona un palo en la cabeza. Y asi, como premio, el domingo me regaló otra mañana en la oficina.
Ni tanta agua ni tanto frio. Mucho barro, eso si. El calor del pedaleo continuo, sin grandes sobresaltos, se mantiene bien entre las modernas fibras ultratranspirables. Escucho y comparto las bromas de los que se saben privilegiados por ser dueños de este paisaje y que se suceden como los kilómetros, los caminos y los charcos.
Por fin llegamos al Gran Carballo: breve parada, reponer fuerzas, unas fotos. De la misma manera que lo vimos de frente, le damos la espalda por aquella preciosa corredoira que nos lleva a unos minutos de conversación con nuestro amigo Bautista. Su perro también quiere decir algo, parece enfadado.
La vuelta, por una vez sin atajos, por una vez a la hora. Cansados pero muy satisifechos.
Ni más... ni menos.
La ruta
lunes, 7 de enero de 2013
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